Las rocas de Bilbao Bizkaia cuentan muchas historias sobre cómo ha cambiado el planeta Tierra casi desde su formación. Los grandes sucesos geológicos han dejado una importante huella que, además de imprescindible para comprender las fuerzas de la naturaleza, también nos ofrece paisajes y rincones muy especiales por todo el Territorio.

En Barrika, cuando baja la marea, sorprendentes formas asoman entre la arena, como si un dragón durmiente comenzase a tomar vida al retirarse las aguas del Cantábrico. Estas formaciones rocosas que hacen volar la imaginación son parte del Flysch de Bizkaia, un asombroso recorrido junto al mar por los millones de años que ha tardado en crearse este pequeño rincón del planeta en el que vivimos. Entre playas y acantilados, la costa de Bizkaia entre Getxo y Bakio es un libro abierto a la historia de la tierra y un singular escenario formado por fascinantes pliegues en la roca que, además, son un refugio para la vida natural que prospera en nuestro litoral.

En Punta Galea, junto al Abra, se pueden ver las consecuencias del choque entre dos placas tectónicas que provocó la aparición de las grandes cordilleras de Europa; entre las playas de Arriatera y Atxabiribil, en Sopela, se puede apreciar a simple vista una fina capa que se formó cuando cayó el meteorito que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años; en Meñakoz hay toda una pared de 15 metros de altura formada por ‘lava pillows’, lava que al salir del volcán se enfrió súbitamente; en Gorliz, las dunas de arena se fosilizaron hace unos 6.000 millones de años dejando laderas hechas de finas capas de arena; y en Armintza las rocas del flysch adquieren un característico color negro, delatando su origen volcánico.

El interior de Bizkaia también guarda secretos esculpidos por el tiempo en la roca. Como la pequeña calzada de los gigantes de Fruiz, columnas de basalto con casi perfectas formas heptagonales o hexagonales que se formaron al enfriarse el magma que surgía de las profundidades de un antiguo mar, asomando entre el verde de las colinas de los alrededores.

O la cueva de Pozalagua, un lugar único en el corazón de Enkarterri que alberga la mayor concentración de enigmáticas estalactitas excéntricas, unas caprichosas formaciones que desafían las leyes de la gravedad. Retorciéndose en el techo como si de las raíces de una planta misteriosa se tratasen, estas peculiares estalactitas y las gigantescas columnas formadas por estalactitas y estalagmitas unidas han creado en el interior de la cueva una visión increíble, especialmente sublime en la Sala Versalles. Una catedral subterránea esculpida en la oscuridad de la montaña por el agua filtrada a través de la roca durante milenios.

El paso del tiempo también ha dejado su huella en lugares como la cueva de Santimamiñe, en plena Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Aquí, hace más de 14.000 años, nuestros antepasados comenzaron a plasmar el mundo que les rodeaba cobijados entre las estalactitas y estalagmitas de la cueva. El yacimiento arqueológico más importante de Bizkaia es un santuario prehistórico declarado Patrimonio de la Humanidad con bisontes, cabras, caballos, osos, ciervos y otras increíbles figuras pintadas a carbón o incisas en las paredes de la cueva.

Las cimas de las montañas también fueron lugares especiales para nuestros ancestros, que creían que poseían cualidades espirituales. Lo fueron y siguen siendo las cumbres del Gorbeia, del Anboto y otras muchas por todo el territorio, envueltas en el misterio de los mitos y las leyendas. Testimonio de la importancia que tenían estos lugares tan cercanos al cielo es la estación megalítica de Katilotxu, una serie de construcciones funerarias del neolítico y del calcolítico, dólmenes y estructuras repartidas entre Mundaka, Sukarrieta y Busturia.

Información sobre accesibilidad: Flysch