Según cuentan las crónicas, huyendo de un matrimonio concertado no deseado, la hija de un rey escoces llegó en barco hasta la costa de Mundaka, en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Allí tuvo un hijo, que se dice que era fruto de su unión con Sugaar el Culebro, que ya de joven combatió contra las tropas que habían invadido Bizkaia y derrotó a sus enemigos en el campo de batalla en la actual Arrigorriaga - según el mito, “lugar de piedras rojas” por la cantidad de sangre que corría entre las piedras tras la lucha -.

Tras la victoria, los vizcaínos allí reunidos proclamaron a aquel joven pálido y de pelo rubio Jaun Zuria - Señor Blanco -, convirtiéndose así en el primero de los Señores de Bizkaia que en adelante debieron de rendir cuentas al pueblo en las Juntas reunidas bajo el Árbol de Gernika.

Pero ya antes de los tiempos históricos los mitos habitaban todos los rincones de la geografía de Bizkaia, comenzando con Mari, la Dama de Anboto. Esta diosa precristiana ha estado muy presente en el día a día de todo el Territorio, ya que es la personificación de la madre tierra y representa los cuatro elementos primordiales de la naturaleza: Tierra, Aire, Agua y Fuego. Gobierna sobre la naturaleza y el clima, y de ella dependen las cosechas y el bienestar del ganado, por lo que pastores y labradores le hacían ofrendas. Se puede ver a Mari casi en cada montaña de Bizkaia llevando el buen tiempo a unos valles y el malo a otros.

En ocasiones se presenta como una hermosa mujer de largos cabellos rubios y verdes ropajes, aunque en otras se la ha visto como un híbrido de mujer y árbol, con patas de cabra y garras de ave rapaz. Vive en cuevas ubicadas en las montañas, aunque su residencia habitual es Mariren Kobia, una cueva a 1.150 metros de altitud bajo la cresta del monte Anboto, en el Parque Natural de Urkiola, cerca de la señorial villa de Durango. También se la suele ver por la cueva de Supelegor el Parque Natural del Gorbeia o en la de Baltzola, en Dima, a la que se desplaza por los cielos en su carro de fuego para unirse a su compañero Sugaar el Culebro, con el que comparte dos hijos, Atarrabi y Mikelats, el bien y el mal.

Las lamias también conocidas en la tradición de Bizkaia, en la que son conocidas por diferentes nombres. Viven cerca de regatos, charcas y manantiales, y tal vez por ello estas jóvenes que atusan sus largos cabellos rubios con peines de oro, en su parte inferior son como los patos, aunque algunas también tienen pies de cabra o colas de pez, como la que mora en el espectacular cabo Ogoño, junto a Elantxobe. Son seres amables a los que no hay que contrariar, ni cogerles su peine dorado, ya que en ese caso su humor cambia.

Si se les hace un favor son generosas, como con la partera de Lamiako, en Leioa, que como recompensa por ayudar a una lamia a dar a luz recibió un tarro lleno de manteca que se convirtió en monedas de plata al llegar a casa. Pero también son severas con quienes les desobedecen. Así sucedió en Orozko, cuando una joven del caserío visitó a las lamias que vivían en la sima de Leziaga y estas le regalaron una joya de oro para que no volviera. Pero la joven volvió y las lamias, enfadadas por su desobediencia, lanzaron una terrible maldición sobre su caserío que, cuentan, aún hoy perdura.

En lo más profundo de los bosques también vive Basajaun - ‘Señor del Bosque’ en euskera - un gigante peludo que cuida de sus territorios y de los rebaños de ovejas, que le rinden pleitesía. Basajaun domina todas las artes de la agricultura y el hierro, conocimientos secretos que llegaron a los humanos de las tierras de Bizkaia gracias a la astucia de un muchacho llamado Martiniko, que le engañó con su picardía para hacerse con las primeras semillas, para fabricar la primera sierra y otros muchos conocimientos del gigante de los bosques. En Kortezubi, donde se encuentran la cueva de Santimamiñe y sus pinturas rupestres, Martiniko consiguió que Basajaun le contase cómo unir dos piezas de hierro.

Parece ser que hay otros gigantes, como el arisco Ttarttalo, que tiene un único ojo en su frente y odia a los humanos. Pero es una excepción, ya que la mayoría de los gigantes que habitan los montes y valles de Bizkaia desde antes del cristianismo son los gentiles, que mantenían buenas relaciones con los humanos.

En Bizkaia hay un sinfín de construcciones que si el proceso participaron estos seres altos como árboles. En Ispaster está la Jentilkoba, la cueva de los gentiles; en Dima, cerca de la cueva de Baltzola, se alza el imponente Jentilzubi, el puente de piedra levantado por gentiles; y en Mañaria se puede visitar la bolera de los gentiles, Jentilen Bolatokia.

Pero si hay un ser que despierta devoción en Bizkaia es Olentzero, que cada navidad lleva alegría y regalos a los hogares de todo el territorio. Este bonachón carbonero, con la inestimable colaboración de su querido burrito Napo, baja todos los años desde el monte el día de Navidad portando regalos para quienes se portan bien durante, todo el año, su historia, como cuenta el famoso villancico, comienza cuando este gentil, al sentir el nacimiento de Cristo, se echó monte abajo para dar a conocer la noticia a los humanos.

Para conocer todos los detalles sobre su historia y descubrir los personajes más conocidos de la mitología vasca, hay que acercarse hasta Izenaduba Basoa en Mungia. En el caserío más antiguo de Bizkaia, levantado en 1510, y en el bosque que lo rodea la magia de Olentzero está presente durante todo el año, acompañado por Galtzagorri, Mari Domingi, la Dama de Anboto, Lamia, Sorgina, Ttartalo, Herensuge, Basajaun… Una visita al centro de la mitología de Bizkaia.