En el Mirador de Artxanda, con toda la ciudad a los pies, se entiende perfectamente por qué las personas que viven en Bilbao llaman cariñosamente ‘Botxo’ a su ciudad. Junto a la Ría de Bilbao, la ciudad se extiende encajada entre verdes montes. Un breve viaje en el funicular que lleva prestando servicio desde 1915 nos lleva a disfrutar de una fantástica panorámica de la villa y a comprender cómo ha cambiado desde su fundación en 1300 hasta nuestros días.

Desde las alturas de Artxanda destaca el icono de la transformación del Bilbao moderno,el Museo Guggenheim Bilbao, un sorprendente edificio imaginado por Frank Gehry que emerge junto a la Ría de Bilbao. Una escultura arquitectónica con piel de titanio que se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de vanguardia del siglo XX.

Además de excelentes exposiciones temporales, sus innovadoras formas curvas acogen en su interior una de las colecciones de arte moderno y contemporáneo más destacadas de la escena internacional, incluyendo obras de artistas como Rothko, Saura, Twombly, Oteiza, Kooning, Barceló, Serra, Basquiat, Rosenquist, Tàpies, Chillida, Schnabel, Clemente, Kiefer, Urzai, Warhol… Todo un recorrido por las tendencias y los creadores y creadoras más relevantes del arte de las últimas décadas.

El arte también se extiende por los alrededores del museo. Los Arcos Rojos de Daniel Buren en el puente de La Salve dan la bienvenida a quienes se acercan al Ensanche de la ciudad y al museo, mientras que el simpático Puppy, un West Highland de 12,4 metros de altura cubierto por flores creado por Jeff Koons, guarda su puerta de entrada. En la terraza de la segunda planta se encuentra el Árbol de los deseos para Bilbao, la sutil obra participativa de Yoko Ono, y en el estanque junto a la Ría se puede disfrutar de la Fuente de Fuego, de Yves Klein, y de la Escultura de niebla nº 08025 (F.O.G.) de Fujiko Nakaya, frente a los coloridos Tulipanes, también de Koons. En uno de los laterales del estanque se erige El gran árbol y el ojo, las setenta y tres esferas reflectantes del escultor Anish Kapoor, y en lado opuesto, junto a la pasarela peatonal que lo bordea, es imposible no admirar Mamá, la gigantesca araña de Louise Bourgeois.

El Museo Guggenheim Bilbao es solo una de las grandes intervenciones arquitectónicas que se han llevado a cabo en Abandoibarra, una antigua zona industrial y portuaria al borde de la Ría de Bilbao entre los puentes Zubizuri y Euskalduna reconvertida, a través de diseño urbanístico pensado para las personas, en un escaparate de la mejor arquitectura actual. Allí se encuentran la Torre Iberdrola de César Pelli, el edificio más alto del Euskadi; el elegante Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU, de Álvaro Siza; las torres Isozaki Atea diseñadas por Arata Isozaki; o la sobria Biblioteca de la Universidad de Deusto, de Rafael Moneo, que junto con el minimalista Metro Bilbao de Norman Foster, el rascacielos de Richard Rogers en Garellano y la planificación de la regeneración de Zorrozaurre, diseñada por Zaha Hadid, completan la pléyade de premios Pritzker en Bilbao.

Precisamente Zorrozaurre es la zona de Bilbao que está viviendo una mayor transformación en la actualidad. La antigua península artificial creada con la apertura del Canal de Deusto se ha convertido en una isla para albergar una nueva zona para vivir y disfrutar del ocio y el conocimiento, con el colorido barrio de Olabeaga, la ‘pequeña Noruega’ del Botxo y San Mamés, la ‘Catedral’ del Athletic Club, en la margen izquierda, y el barrio de Deusto, en la derecha. En las antiguas instalaciones industriales de Zorrozaurre se celebran multitud de eventos culturales y son un lugar perfecto para acercarse a pasear junto a la Ría y descubrir auténticas gangas en los animados mercadillos y actividades alternativas que acogen.

Pese la evolución experimentada en los últimos años, la ciudad no olvida sus raíces, que   se encuentran en los barrios más históricos en torno a la iglesia y el puente de San Antón: el Casco Viejo, Atxuri, y San Francisco. Los tres barrios con más solera de Bilbao, cada uno con su propia personalidad, son el epicentro de la ciudad, lugares de encuentro   con una ambiente inmejorable para quedar con la familia y la cuadrilla y disfrutar de unos pintxos y unos txakolis, ir a cenar a los restaurantes más tradicionales y descubrir nuevas propuestas gastronómicas, dar una vuelta por el Mercado de La Ribera y admirar los mostradores repletos de lo mejor de nuestra tierra, darse un capricho con los dulces típicos de Bilbao, pasar una tarde de compras en las tiendas de toda la vida o en las que ofrecen las últimas tendencias, hacerse con un chollo en los mercadillos que se organizan en las plazas, pasear junto a la Ría o por El Arenal, recorrer los lugares donde la historia sigue viva, explorar sus museos y asistir a eventos, conciertos y obras de teatro en las muchas salas de la zona.

Los rincones de estos barrios esconden leyendas y curiosidades sobre la vida de la ciudad, como en el Paseo de los Caños, que discurre entre La Peña y Atxuri por el mismo   lugar donde hace 400 años se levantó un sistema de caños acueductos para llevar el agua potable de los manantiales cercanos hasta el albergue de Ibeni, en la calle Ronda, por donde hacían su guardia las patrullas que vigilaban las antiguas murallas de la ciudad.

A un metro de Bilbao

El Botxo, limitado por las montañas de su entorno, es pequeño, la mayoría de los trayectos por la ciudad se pueden hacer caminando tranquilamente. Por ello no es de extrañar que, con el crecimiento que ha experimentado Bilbao, sobre todo a partir de la industrialización que trajo la minería y la siderurgia en el siglo XIX, las antaño pequeñas localidades rurales y marineras de las márgenes de la Ría de Bilbao también crecieran a la par que la capital de Bizkaia. Para mejorar las comunicaciones entre Bilbao y las poblaciones de su entorno se construyó Metro Bilbao, una funcional y original obra   de ingeniería de Norman Foster que recibió el premio de arquitectura ferroviaria Brunel, con el que es muy rápido y cómodo acercarse a conocer los pueblos que siguen el cauce de la Ría hasta el mar.

En la margen izquierda está Barakaldo, la segunda localidad por población de Bizkaia, antaño famosa por su pujante industria fabril y hoy conocida por albergar Bilbao Exhibition Centre, la feria de muestras internacional que acoge importantes eventos y sirve también como escenario para grandes conciertos.

Barakaldo también guarda preciosos ejemplos de la arquitectura de finales del siglo XIX   y principios del siglo XX, como el Conservatorio de Música, un bonito ejemplo de secesionismo vienés en Bizkaia; el Mercado de Abastos y los llamativos azulejos de su fachada; la Finca Munoa, un palacio burgués reformado en estilo Segundo Imperio Francés por Ricardo Bastida y rodeado por jardines desde los que se divisa la Ría desde Bilbao hasta su desembocadura, las Casas Baratas de Barakaldo, construidas para obreros de Altos Hornos de Bizkaia entre 1916 y 1920 junto a la iglesia de San Vicente siguiendo los diseños Old English del influyente arquitecto Manuel María de Smith, o el Jardín Botánico, con especies de diversas partes del mundo y diseñado para que en todas las épocas del año alguna de sus áreas esté en plenitud.

Unas pocas paradas más allá el suburbano nos lleva hasta Portugalete, la villa jarrillera fundada en 1322, que además de su famoso Puente Bizkaia cuenta con un animado casco histórico con tres calles medievales y palacios renacentistas y barrocos que suben por la ladera. En la parte más alta del núcleo medieval se erigen la Torre Salazar, una casa torre del siglo XV reconvertida en museo, y la Basílica de Santa María, construida en estilo gótico, que destaca por sus arbotantes, gárgolas y portadas, y con un mirador hacia la Ría y el Abra. En su interior alberga una Virgen María del siglo XIV, un retablo mayor renacentista en madera de nogal y varias capillas pertenecientes a las familias más ilustres de la villa.

Junto a la Ría, Portugalete cuenta con un paseo para descubrir los bajos porticados del Ayuntamiento, la Plaza del Solar y su kiosco de estilo ecléctico; el monumento a Víctor Chávarri, reconocido empresario portugalujo; Rialia Museo de la Industria, que ofrece un viaje por la transformación del entorno de la Ría durante los siglos XIX y XX; el curioso Mareómetro, un instrumento para medir la profundidad del cauce instalado en 1883, y el Muelle de Hierro, una construcción de 800 metros esencial para solucionar el grave problema de las barras de arena que se formaban en la desembocadura de la Ría.

La línea 2 de Metro Bilbao finaliza en Santurtzi, en cuyo puerto pesquero las antiguas sardineras, como las de la famosa canción ‘Desde Santurce a Bilbao’ conseguían las sardinas que vendían luego de pueblo en pueblo. Hoy se sigue disfrutando del placer de degustar las riquísimas sardinas asadas cerca del puerto, de conocer cómo era la vida de los marineros en el tradicional atunero Agurtza, de pasear por el parque y tomar unos pintxos junto a la iglesia de San Jorge, de disfrutar de los deportes acuáticos y hacer salidas en barco para descubrir los cetáceos que habitan en la cercana costa, o de subir al monte Serantes para disfrutar de las panorámicas sobre el Abra y el Cantábrico.

Al otro lado del Abra, en la margen derecha, Getxo es un destino ideal para quienes quieran disfrutar de un día de playa desde Bilbao desplazándose en la línea 1 de Metro Bilbao: Las Arenas, Ereaga, Arrigunaga y Gorrondatxe-Aizkorri cada una con su propio carácter. Descubrir las coloridas casas tradicionales de Puerto Viejo de Algorta, con su encantador aire marinero; asombrarse con los acantilados de La Galea y el Molino de Aixerrota en rutas para todas las edades o admirar algunos de las mansiones más representativas de la arquitectura de Bizkaia desde finales del siglo XIX y principios del XX en el Paseo de las Grandes Villas son alguno de los muchos motivos para acercarse descubrir Getxo.