En Bizkaia tenemos siete villas y numerosos pueblos y anteiglesias, pero una única ciudad. Ubicada junto al río Nervión a los pies de la Sierra Sálvada, en medio de tierras alavesas y castellanas, Orduña es la única localidad en Bizkaia que ostenta este título, demostrando que, desde su fundación en 1229, este cruce de caminos entre las comarcas costeras y los pueblos de la meseta es uno de los principales enclaves comerciales y estratégicos del Territorio, un lugar donde nuestros antepasados intercambiaban la lana, el trigo el vinagre y el vino para su embarque en los puertos del Cantábrico, por el pescado, fresco o en salazón pescado de la costa de Bizkaia.

El mejor testimonio de su gran dinamismo mercantil y de las ferias que se han celebrado en esta ciudad durante siglos es su espectacular Plaza de los Fueros, la mayor plaza ferial medieval de Euskadi, símbolo de la relevancia de Orduña como uno de los grandes centros del comercio de Bizkaia. El conjunto histórico monumental - declarado en 1997- en centro histórico de Orduña gira en torno a esta hermosa plaza porticada, con sus techos decorados con pinturas murales realizadas por diferentes artistas, que acoge algunos de los edificios más representativos de la ciudad.

Uno de los más emblemáticos es la Aduana, un edificio de estilo neoclásico con trece arcos de medio punto finalizado en 1792 donde se abonaban los diezmos y aranceles sobre las mercancías que pasaban por la localidad, parte de los cuales se utilizaron para mejorar las condiciones de la Calzada Real por la que circulaban los arrieros con todo tipo de productos. Desde la desaparición de las aduanas tierra adentro, la Aduana ha cumplido con diversas funciones, como cuartel, escuela taller y, actualmente, es un moderno hotel balneario.

Detrás de la Aduana se encuentra el Palacio Olaso, un edificio neoclásico con un portal bellamente ornamentado que se alza en el solar en el que antaño se abría el portal de La Antigua en la muralla medieval de la ciudad fortificada - cuyos restos aún se pueden apreciar por todo el casco histórico- y, en el lado contrario, el renacentista Palacio Mimenza, con sus característicos arcos. En una de las esquinas de la Plaza de los Fueros está la Torre Palacio Casa Consistorial, un edificio del siglo XVI adosado a la única torre que se conserva de las que en el siglo XIII vigilaban las murallas. A su derecha, el Portal Oscuro sigue dando acceso al núcleo original y, en frente, se encuentra el Palacio Díaz Pimenta o Zaldibar, precioso ejemplo de los palacios barrocos en Orduña.

También barroca, y otro de los monumentos más destacados de la plaza, es la Sagrada Familia, que luce en su fachada el escudo familiar de Juan de Urdanegi, uno de sus mayores mecenas. En el interior, llaman la atención las cartelas anagramas de la orden jesuita y el conjunto de retablos barrocos, uno de los más importantes de Euskadi.

Más allá de la plaza, aún se pueden contemplar los restos de la muralla de 1,8 kilómetros que protegía la ciudad en el medievo, a la que solo se podía acceder a través de una de las siete puertas que existían en ella. A su lado, un conjunto fortificado rectangular de carácter marcadamente defensivo construido con mampostería. Uno de sus lados está cerrado por el ábside de la iglesia de Santa María de La Asunción, un imponente templo gótico erigido en su mayor parte entre los siglos XIV y XV sobre el que se eleva una torre en la que aún hoy se aprecian restos de la mampostería original. El interior sobresale por la arquitectura gótica, las capillas con obras de arte como rejas renacentistas o retablos hispano-flamencos, y, en el techo del ábside, por los murales renacentistas. Junto a la iglesia se alza el Palacio Ortés de Velasco o de Arbieto, una construcción del siglo XVI con esencia castrense que estaba adosada a la muralla.

Fuera de los márgenes del antiguo recinto amurallado se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de La Antigua, sobre los terrenos antaño ocupados por las primeras personas que poblaron la zona y donde ya hubo templos anteriores al actual barroco del siglo XVIII. En el interior, la talla de casi un metro de alto fechada en el siglo XIV con la imagen de la venerada patrona de Orduña y Arrastaria, se expone en el retablo de La Antigua, construido en 1805. Este magnífico ejemplo de retablo neoclásico, junto con en tardo gótico de San Pedro en Santa María de la Asunción y el conjunto retablístico barroco de la iglesia de la Sagrada Familia han obtenido la calificación de Bienes de Interés Cultural.

El espectáculo de la naturaleza

Fuera de la ciudad, las pequeñas aldeas de Ruzabal, cada una con su propio carácter, conservan la forma de vida y las tradiciones del mundo rural junto con un importante patrimonio en sus caseríos, iglesias, ermitas y molinos. Todo ello en un entorno natural perfecto para actividades al aire libre: paseos, senderismo, ciclismo, escalada, parapente, ala delta, golf, pelota, espeleología… mientras se disfruta de la panorámica de las vertiginosas paredes de la cara norte de la Sierra Sálvada. Una buena manera de conocer a fondo estos parajes es recorrer en coche o en bicicleta la ruta que comienza en Orduña y pasa por el Santuario de La Antigua, para acceder desde ahí a las cuatro históricas aldeas de Lendoñogoiti, Lendoñobeiti, Mendeika y Belandia y llegar hasta Maroño, pasando por el camino por las iglesias de San Esteban, San Pedro, San Miguel y Santa Eulalia de Belandia y por el Alto de la Junta, donde un 4 de mayo de 1516 los representantes de las cuatro aldeas se juntaron bajo un roble para redactar sus propias leyes al igual que en Gernika. A lo largo de la ruta hay tranquilas zonas de esparcimiento en las que descansar y enlaces a diversos caminos, como los senderos Gartxeta y La Choza, las sendas Korotze, Buribio y Babio y el Sendero Txarlazo, que discurre por la cumbre en la que se construyó a comienzos de siglo XX un monumento en honor a Nuestra Señora de La Antigua que domina todo el valle.

Una visita imprescindible en Orduña es ver como el agua se precipita desfiladero abajo en el Salto del Nervión, que con sus 270 metros de altura es la más alta de la Península Ibérica. Al caer, la cascada adopta su característica forma de cola de caballo, especialmente en época de lluvias y durante el deshielo, ofreciendo un espectáculo natural inigualable.

Para disfrutar de la panorámica de la cascada donde nace el Nervión, de los desfiladeros, del cañón de Delika y del valle que se abre a sus pies, hay una sencilla ruta circular que entre hayedos se asoma al abismo con unas vistas de vértigo de la cascada, el Mirador del Nervión. La ruta se puede prolongar para llegar hasta otros dos miradores, el de Gujuli y el del Salto de San Miguel, para asombrarse con otras dos impresionantes cascadas en la zona.

El hayedo de Monte Santiago, la subida al Iturrigorri, la fuente de Goldetxo, el cañón de Delika, el barranco de Tertanga, la mole de Fraideburu y los paisajes del entorno de Orduña son el escenario ideal para disfrutar de la naturaleza.