Montes míticos, pueblos llenos de encanto, un singular patrimonio artístico, coches de ensueño, animales salvajes y hasta dinosaurios hacen de Enkarterri uno de los lugares más especiales de Bizkaia.

El santuario de la Virgen del Buen Suceso, lugar de peregrinación y festejos, es la puerta de entrada a Karrantza, donde el Parque Natural de Armañón nos da la bienvenida con un imponente paisaje kárstico en el que valles y picos calcáreos se suceden creando un microclima único en esta zona. Estas particularidades han hecho prosperar especies vegetales más propias del clima mediterráneo, como en el Encinar de Sopeña, en las faldas del monte Armañón, un entorno en el que águilas, buitres, e incluso algunas especies de murciélagos en peligro de extinción, dominan los cielos. 

Y bajo tierra, más de 200 grutas y simas se abren camino. Entre ellas sobresale la Torca del Carlista, considerada la más grande de Europa y apta sólo para expertos en espeleología. Pero sin lugar a dudas la más icónica de todas es la cueva de Pozalagua, una auténtica obra maestra creada a lo largo de millones de años por el agua filtrada entre las grietas de la roca. En su interior, en una sala de 125 metros de largo, las estalactitas y estalagmitas, algunas con el grosor de enormes columnas, componen las más asombrosas de las formas. Pero si por algo es conocida como la catedral subterránea es por su concentración de estalactitas excéntricas, un fenómeno único que hace que giren y suban desafiando la gravedad. 

Los animales salvajes también tienen su lugar en Karrantza. Concretamente, en Karpin Abentura, un refugio donde se acogen y cuidan animales que ya no pueden ser devueltos a su hábitat natural. Panteras, linces, osos, lobos, monos, canguros, aves… y hasta 55 especies de animales se pueden ver en Karpin Abentura para concienciar sobre la necesidad de cuidar de ellos y de sus entornos. Y, para redondear la visita,

nada como descubrir reproducciones a tamaño natural de los dinosaurios más populares y conocer sus hábitos de la mano de guías expertos en paleontología. 

El monte Kolitza, uno de los cinco montes bocineros desde donde se convocaba a Juntas Generales, domina Balmaseda, la primera villa que se fundó en Bizkaia en el año 1199, al calor del comercio entre la meseta castellana y el Cantábrico. Aún hoy conserva gran parte de su legado medieval, como el Puente Viejo o de la Muza del siglo XIII, y un enorme patrimonio monumental, como la gótica iglesia de San Severino, el Conjunto Monumental de Santa Clara, los palacios barrocos y la casa consistorial, conocida como ‘la Mezquita’ por sus aires mudéjares. En esta villa Boinas La Encartada Museoa fue protagonista de la industrialización del sector textil en el siglo XIX, es hoy museo de la industria y de la famosa txapela vasca. 

El municipio más pequeño de Bizkaia, Lanestosa, es otra de las villas de Enkarterri donde parece que se ha detenido el tiempo. Con elegantes palacios y casonas a los lados, las empedradas calles paralelas al río Calera mantienen su trazado desde que se fundó en el siglo XIII por su estratégica posición para el comercio, con el Puente Viejo y el Horno Calero como puntos de interés. 

Sopuerta también ha sido un lugar muy importante en la historia de Enkarterri y de Bizkaia, especialmente por albergar la Casa de Juntas de Abellaneda, lugar en el que se reunían los representantes de los municipios encartados y símbolo de las libertades que gozaron en esta comarca, que contaba con su propio fuero. Actualmente el edificio alberga el Museo de las Encartaciones, una muestra de la vida en Enkarterri a lo largo de los siglos. 

A escasa distancia, en Galdames, se puede disfrutar de la mayor colección privada de Rolls-Royce de Europa. El increíble museo de Torre Loizaga, expone en una fortaleza del siglo XII, y en perfecto estado de uso, todos los modelos fabricados entre 1910 y 1998 por la marca de lujo británica, acompañados por otras joyas del motor: clásicos de las marcas Hispano-Suiza, Isotta Fraschini, Delaunay-Belleville o Ford junto a deportivos Ferrari, Lamborghini o Jaguar. 

El mineral que se extraía de los Montes de Hierro ha dejado su huella en Enkarterri. Y es que la industria del hierro comenzó hace siglos en esta comarca, donde las riberas de los ríos estaban pobladas por ferrerías en las que se transformaba el metal que se extraía en los montes cercanos. En la Ferrería de El Pobal, en Muskiz, construida a comienzos del siglo XVI, se puede observar en vivo cómo el río Barbadún sigue siendo el motor que alimenta el fuego y la maquinaria para domar el hierro y convertirlo en clavos, herramientas, aperos o armas. 

Otro de los referentes de la minería en Enkarterri es el Museo de la Minería del País Vasco, que alberga una extensa colección de útiles mineros recogidos en la zona expuestos de forma didáctica y amena. El museo de encuentra justo encima de uno de los enormes cráteres que dejó la minería en Abanto-Zierbena, el de la mina Concha II, y a pocos kilómetros del poblado minero de La Arboleda, al que se puede acceder subiendo en el funicular de La Reineta para descubrir los antiguos yacimientos mineros

a cielo abierto, ahora convertidos en pequeños lagos. En Ortuella también quedan testigos del pasado minero de la zona, como el horno de siderita tipo Apold-Fleisner que se utilizaba para enriquecer el mineral, un horno de calcinación o el barrio minero de La Orconera

La Vía Verde Montes de Hierro, por donde antaño circulaban trenes cargados de mineral desde Traslaviña, en Artzentales, atraviesa Enkarterri a lo largo de 42,5 kilómetros junto a restos de explotaciones mineras, hornos de calcinación y cargaderos hasta alcanzar el mar junto al antiguo cargadero de mineral de Kobaron, en Muskiz. 

Allí enlaza con la Vía Verde de Itsaslur, un espectacular recorrido de poco más de 2 kilómetros por los acantilados de la costa del Cantábrico entre vestigios de la industria minera hasta la playa de La Arena, donde aún se pueden ver los cimientos del que fuera el tranvía aéreo más largo de Europa. Al otro lado de la playa, cerca del encantador puerto pesquero de Zierbena, se encuentra Punta Lucero, una atalaya con unas vistas privilegiadas de la costa y donde aún quedan restos de las antiguas fortificaciones defensivas que custodiaban la entrada a la Ría del Nervión

Recorrer Enkarterri siguiendo el Camino de Santiago por las rutas de la Costa o la de la Montaña, hacer una cata con los muchos y buenos txakolis que se elaboran en la zona, probar unas alubias cocinadas en una putxera al estilo de los ferroviarios del siglo XIX, disfrutar de la naturaleza en los Montes de Ordunte o en los Montes de Triano, subir hasta el Ganekogorta o el Pagasarri desde Alonsotegi, maravillarse ante las casas que construyeron los indianos en Gordexola o Güeñes, conocer cómo se vivía en el caserío típico de Turtzioz o en Valle de Villaverde, viajar hasta el siglo IV a.C. en el Castro de Bolumburu y pasear por el conjunto monumental de Bolumburu en Zalla, o disfrutar del espectáculo de la Pasión Viviente de Balmaseda. 

Siempre hay un buen motivo para ir a Enkarterri.