Historia de las estaciones de FF.CC. de Bilbao
A principios del siglo XX, las y los viajeros podían elegir en Bilbao hasta siete estaciones para iniciar o concluir su viaje en ferrocarril.
Se trata de una cifra no superada por ninguna otra ciudad de la península ibérica.
A bit of history
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Bilbao y Bizkaia no se pueden entender sin su actividad industrial y minera. Y, para poder desarrollar dichas actividades, fueron indispensables la Ría y los ferrocarriles como medios a través de los cuales se trajeron y llevaron a y de todo el mundo materias primas, productos terminados y miles de personas que aportaron su mano de obra para el desarrollo de la revolución industrial en esta tierra.
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A principios del siglo XX, las y los viajeros podían elegir en Bilbao hasta siete estaciones para iniciar o concluir su viaje en ferrocarril. Se trata de una cifra no superada por ninguna otra ciudad de la península ibérica. Quizás la más olvidada, por estar desaparecida hace décadas es la estación de San Agustín. Se inauguró en 1876 y se ubicó justo detrás del Palacio Consistorial. Esta terminal se construyó para comunicar el barrio de Las Arenas (Getxo) y Bilbao y, con ello, transportar a la burguesía que poco a poco fijaba allí su residencia. Pero su ubicación no fue la más adecuada ya que entonces se consideraba a esa zona periferia de la villa. Este hecho, junto a la competencia de los tranvías de sangre o caballos que llegaban a la trasera de la iglesia de San Nicolás, hicieron que la nueva empresa propietaria trasladara la estación terminal hasta el Casco Viejo, la conocida como estación Bilbao-Aduana, derribada en los años 90.
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La otra estación que hasta hace pocos años ha mantenido su carácter terminal es la estación de Atxuri. Esta estación forma parte de la red de Ferrocarriles Vascongados, hoy Eusko Trenbideak, y fue declarada monumento en 2012.
Construida en 1912 según planos del arquitecto Manuel M.ª Smith, es una obra de estilo neovasco presidida por una alta torre con solana. A ello se unen el juego de volúmenes asimétricos del conjunto y el acabado rústico de las fachadas, creando una pieza arquitectónica muy expresiva. En la actualidad ha perdido su uso como estación, al trasladarse todas las líneas de Euskotren a la cercana de San Nicolás, y permanece a la espera de nuevos usos, respetuosos con sus valores históricos, arquitectónicos, funcionales y culturales.
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La estación de La Concordia, situada al final de la calle Bailén, se construyó para atender los trenes que venían de Santander. La línea fue puesta en marcha en 1896 pero no fue hasta que pasó el siglo, en 1902, cuando se abrió la terminal. Con el paso de los años, el edificio también asumió el tráfico de pasajeros y pasajeras de los trenes de vía estrecha que provenían de León y por ende de las Encartaciones.
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La estación de Abando es, sin duda, las más monumental. Fue la primera en construirse en 1862 para atender la línea de Tudela a Bilbao. La actual estación fue proyectada en 1941 por el arquitecto Alfonso Fungairiño Nebot, concluyendo las obras en 1948. El nuevo edificio de viajeros y viajeras se adelantó hasta la plaza Circular, con su fachada principal alineada con la calle Hurtado de Amézaga. Al edificio se le añadieron los 192 m. de la marquesina abovedada de la nave de andenes fabricada por Altos Hornos de Vizcaya, soportada por doce grandes arcos de celosía –cuchillos De Dion– anclados y articulados en sus apoyos a dados de hormigón. La solución adoptada es muy habitual en las estaciones de ferrocarril desde que en 1863 fuera inaugurada la magnífica estación de Saint Pancras en Londres y se utilizara también con éxito en la Galería de Máquinas de la Exposición Universal de París de 1878. Así, la estación de Abando, una de las últimas estaciones construidas en el mundo con esta tipología, se convertía en una seña de identidad del Bilbao contemporáneo y en el único exponente en Euskadi de las grandes estaciones terminales ferroviarias del pasado.
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Además, la fachada de cabeza de la marquesina abovedada de la nave de andenes se cerró con una vidriera en color, con reloj y escudo centrales rodeados por motivos ferroviarios, industriales y regionales, logrando un gran efecto artístico y una magnífica carta de presentación de la Villa para las y los viajeros que llegan a Abando. Proporciona además una característica iluminación tamizada en el interior de los andenes. Sus dimensiones son de 15 m de ancho por 10 m de alto y su diseño es creación de Miguel Pastor Veiga, mientras que la ejecución de la obra corrió a cargo de Jesús Arrecubieta, del taller de la Unión de Artistas Vidrieros de Irún. Está flanqueada por sendos frescos cuyos bocetos fueron realizados por Santos Iturrioz.
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Las estaciones de La Naja, ubicada por debajo del puente de El Arenal, y la de Calzadas son las últimas dos estaciones terminales que estaban operativas a principios del siglo. La primera se construyó para los miles de viajeros y viajeras que se movían por la margen izquierda de la ría en la época de la gran industrialización. Inaugurada en 1888, La Naja fue bautizada por las y los bilbaínos como la pajarera o la capilla debido a la torrecilla que presidía el tejado de una construcción de corte modernista situada junto al puente de El Arenal. El edificio de Pablo Alzola, muy afectado por la voladura del puente durante la Guerra Civil, fue demolido en 1937 y la estación se construyó en subterráneo dando servicio hasta hace más de una década, cuando el soterramiento del trazado de los trenes de Renfe llevó a las Cercanías a la estación de Abando.
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La última terminal es la de Calzadas de Mallona, la que dio servicio al trazado hasta Lezama desde 1895 y atendía las necesidades del cementerio de Derio. Los trenes tenían hasta un vagón para féretros. El Museo Arqueológico de Bizkaia es el que ocupó su ubicación la pasada década desapareciendo todo vestigio ferroviario excepto el bello edificio de acceso y el reloj que todavía da la hora.