Martha Jungwirth (Viena, 1940) ha definido su arte como una especie de diario que registra su implicación corporal en el proceso creativo. Considera cada dibujo y pintura como una extensión dinámica de su propio ser donde surgen estructuras inteligentes de líneas y manchas impulsadas por sus movimientos y emociones. Su trabajo se centra en lo fluido, lo transparente, lo abierto, apartándose del afán de grandeza en pos de una exploración de lo que se halla en estado bruto, sin censurar y sin embellecer.

La obra de Jungwirth existe en un ámbito donde dialogan memoria y representación. La artista traduce sus vivencias en formas plásticas que reflejan percepciones profundamente personales. A través de colores cargados de emoción y de formas gestuales que evocan aquello que le sirve de fuente, sus pinturas ocupan un lugar que trasciende cualquier categorización estilística simple, oscilando entre la abstracción y una sutil figuración. Dentro de este espectro artístico, algunos lienzos presentan una densa profusión de pinceladas, mientras que otros destacan por su economía de trazos. El resultado es una exploración de la tensión existente entre la abstracción y la representación del mundo físico.