Los pueblos marineros del litoral de Bizkaia están llenos de historias y leyendas sobre las andanzas de los marinos que surcaron el Cantábrico, de sus grandes expediciones y de las aventuras que vivieron. Pero todos guardan en su esencia esas “pequeñas historias diarias de las embarcaciones que se hacían y aún hoy siguen haciéndose a la mar, confiando su fortuna únicamente a su destreza y la voluntad de la caprichosa mar”, como dice Rubén, para traer hasta los puertos los mejores frutos del mar que tanta fama han dado a nuestra gastronomía.

Como ha podido comprobar en primera persona Rubén, la tradición pesquera continúan viva en localidades como en su Santurtzi natal; en las casas de pescadores del animado Puerto Viejo de Algorta, en Getxo; en Armintza, el barrio pesquero de Lemoiz; o en Bermeo y Mundaka, puerta de entrada al estuario de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. También se vive aún pendientes del mar y de las corrientes en Elantxobe, un puerto construido en una empinada loma del cabo Ogoño literalmente volcada hacia su puerto; en la escondida y coqueta Ea y su pequeño puerto al final de un estrecho valle; en la elegante Lekeitio, a la que las embarcaciones llegan guiados por la luz del faro de Santa Catalina para resguardarse junto a la mágica isla de Garraitz; o en Ondarroa, unida por puentes de diferentes épocas en la desembocadura del ría Artibai.

Ondarroa es el puerto pesquero más importante en volumen de pescado de Euskadi, y en sus muelles se pueden encontrar, como desde hace siglos, anchoas, bonitos del norte, bacalaos, rapes, merluzas, besugos, sardinas, calamares… y otros deliciosos manjares del mar, capturas hechas cada temporada en los grandes caladeros y también en las aguas más cercanas a la costa. En su visita a la renovada lonja de pescado de la mano de Ondarruko Neskatilak, las mujeres que organizaban desde los muelles la actividad de los barcos pesqueros, Rubén ha “disfrutado de la gran oportunidad de vivir en directo una de las costumbres de nuestros pueblos pesqueros, la subasta del pescado. A diario las embarcaciones llegan a puerto con las redes cargadas con los pescados capturados y las llevan a la lonja, donde se realiza la venta pública del pescado de bajura y se pueden conseguir los ejemplares más frescos”.

Como buen SeaLover, Rubén también disfruta haciéndose a la mar y contemplando del "asombroso paisaje natural formado por acantilados, playas, puertos y lugares llenos de encanto desde una perspectiva diferente”, incluso para un gran conocedor de la costa de Bizkaia como es él. “Adoro salir a navegar a motor o a vela, y uno de mis paseos en barco preferidos por la costa es el que recorre la cara más marinera de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai que parte desde el puerto de Mundaka, en la margen izquierda de la desembocadura de la ría del Oka, para dirigirse hasta el Cabo de Ogoño. Una singladura que nos acerca hasta la pequeña isla de Izaro, hoy refugio de aves y antaño hogar de un convento saqueado por piratas. La deshabitada isla pertenece a Bermeo, que subraya su dominio ante sus vecinos de Mundaka lanzando una teja al mar cada 22 de julio, día de Santa María Magdalena.

Otra de las atracciones de esta ruta es la posibilidad de avistar alguno de los cetáceos que habitan en el litoral de Bizkaia: varios tipos de delfines, calderones, rorcuales, cachalotes, orcas o los curiosos zifios de Cuiver. Y, tras pasar frente a la playa de Laga, “un verdadero paraíso entre el bosque y el mar”, surge la mole del Cabo de Ogoño, un peñón de 308 metros de altura cubierta de vegetación que se alza sobre la costa.

Antigua atalaya de los marineros de Elantxobe, reino de una lamia - personaje de nuestra mitología - que atrapa a quienes osan acercarse a partir de la medianoche, único lugar de la Europa continental en el que anida el Paiño Europeo y escenario de imposibles escaladas por sus acantilados, la excursión por mar nos permite ver uno de sus lados más secretos, las simas que ha ido formando la erosión, algunas de las cuales  son accesibles en inmersiones, cuevas submarinas que forman todo un espectáculo geológico.

Otra manera de acercarse al mar en Bizkaia es hacerlo desde tierra firme. Y un aventurero como el Sea Lover Rubén no podía perder la oportunidad de lanzarse de lleno a los deportes de aventura y disfrutar de la emoción de dejarse llevar por las corrientes y volar sobre los acantilados y playas de Sopela. “Es una experiencia única, una sensación indescriptible de libertad” según Rubén, que tampoco deja pasar la ocasión de disfrutar del mar y salir a navegar, practicar snorkel para descubrir el fondo marino de las calas menos profundas, surcar las aguas de ríos y estuarios a bordo de un kayak o en paddle surf y enfrentarse a las olas a lomos de una tabla de surf.

Para planes más tranquilos en la costa de Bizkaia con la familia o la cuadrilla, siempre acompañado de su querida perra Bimba, a Rubén le encanta “pasear por el Flysch de Bizkaia en Barrika y alucinar con los secretos de la formación de la costa hace millones de años”, disfrutar de los itinerarios en barco para descubrir las historias y anécdotas que ofrecen los tours en barco por la Ría de Bilbao, subir hasta la pasarela panorámica del Puente Bizkaia para disfrutar de las vistas, relajarse en alguno de los balnearios del Territorio, o tomar un txakoli, nuestro vino creado bajo la influencia del mar.

Rubén Santonja es nuestro Sea Lover ideal. Criado junto al mar en Santurtzi, la localidad marinera por excelencia en la Margen Izquierda de la Ría del Nervión, nuestro alegre y aventurero embajador conoce la costa de Bizkaia como la palma de su mano

  • Bizkaia, territorio para #SeaLovers

    La costa de Bizkaia es una sucesión de enormes acantilados que desafían las olas, amplias bahías, inmensos arenales al pie de verdes montañas, puertos pesqueros que mantienen las antiguas tradiciones y pequeñas calas en las que descansar entre la naturaleza virgen.