Uno de esos lugares singulares de la costa es el Flysch de Bizkaia, un espectacular paisaje formado por rocas que, hace más de 40 millones de años, emergieron del fondo marino para plegarse y formar las más asombrosas de las formas en las paredes de los acantilados de Punta Galea, en Getxo, o en el rocoso suelo negro del puerto de Armintza, en Lemoiz.

En Barrika estas formaciones geológicas son un auténtico tesoro. Con el paso del tiempo los embates de las olas y la fuerza del viento han ido desgastando los acantilados que se levantan como una muralla frente al mar, creando la rasa mareal, el terreno que se disputan el mar y la tierra en cada marea.

Las láminas de los sedimentos depositados durante millones de años forman un entorno mágico en el que se descubren mil formas diferentes. Además, los huecos entre los diferentes estratos es fácil poder observar la vida marina que ha hecho del Flysch su hogar por sus especiales condiciones.

Otro de los entornos naturales que nos ha regalado la naturaleza en Bizkaia es la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, un verdadero refugio natural, en especial para las aves que hacen una parada en sus migraciones estacionales para descansar y criar en el estuario formado por el Oka entre Gernika, hogar de la Casa de Juntas y del Árbol de Gernika, y el mar. Urdaibai también ha sido hogar de los seres humanos desde hace milenios, como atestiguan las pinturas rupestres de la cueva de Santimamiñe, escondida en los montes de Kortezubi; la estación megalítica de Katilotxu en Sukarrieta; el oppidum de Arrola en Arratzu; la necrópolis romana de Tribisburu en Bermeo y Busturia; el conjunto histórico de Forua; o la cima medieval de Erenozar en Ereño.

Junto a Reserva de la Biosfera de Urdaibai, entre Bakio y Bermeo, surge un islote envuelto en la leyenda, San Juan de Gaztelugatxe, una de las estampas más impresionantes de la costa de Bizkaia. Unido a tierra por un puente y 241 escalones, la ermita de este bastión de la costa frente al mar tiene una campana que, hay quien dice, atrae la suerte y aleja a los malos espíritus.

Los pueblos marineros son una parte del alma de la costa de Bizkaia. Ondarroa y sus puentes; Lekeitio y la mágica isla de Garraitz; la histórica Bermeo y puerto, Mundaka y su mundialmente conocida ola izquierda; la pintoresca Elantxobe, construida sobre una vertical ladera hacia el mar. Cada una tiene su propio carácter, una historia fraguada a lo largo de los siglos a borde de embarcaciones pesqueras y buques mercantiles que atravesaron los océanos, para volver siempre al hogar siguiendo la luz de los faros de Matxitxako o de Santa Katalina, el primer y único faro visitable de todo Euskadi.

Junto a la playa de La Arena, en Muskiz se encuentra la Vía Verde de Itsaslur, que une los barrios de Kobaron y Pobeña en la localidad de Muskiz siguiendo el trazado de un antiguo ferrocarril minero, y donde aún hoy se pueden apreciar los restos de las instalaciones mineras que se utilizaron para llenar barcos del famoso hierro de Bizkaia.

El Abra, la bahía que se abre en la desembocadura de la Ría del Nervión. Es la puerta de entrada a Bilbao, pasando por debajo del inconfundible Puente Bizkaia, uno de nuestros Patrimonios de la Humanidad, y junto a localidades tan marineras como Getxo y Santurtzi. En los márgenes de la Ría, Portugalete, Sestao o Barakaldo, antaño símbolos de la poderosa industria de Bizkaia, son ciudades modernas con una alta calidad de vida que miran hacia la Ría y el mar.

Para empaparse del ambiente marinero que se respira en la costa de Bizkaia, lo mejor es relajarse y disfrutar de las vistas desde los baserris - nuestros caseríos - que salpican las orillas del Cantábrico, agroturismos que ofrecen lo mejor de nuestro territorio con sabor auténtico. Alojarse frente a los acantilados, cerca de los puertos o junto a las playas y despedirse del día viendo la puesta de sol en el océano es una experiencia única.